Microcuentos de Hernán Grey



La sonrisa de Sísifo

Sísifo finalizó el castigo llevando la roca hasta la cima de la colina. Luego, al verse libre de toda fatiga, cayó de rodillas, y comprendió que en el ciclo de la Eternidad le era imposible imaginar la vida de otra forma; se dio vuelta y siguió con su destino. La roca volvió a rodar cuesta abajo, sin darse cuenta que desde atrás Sísifo le sonreía.



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El elegido

Noé contemplaba atónito el arca, asaltado por la premonición de que en el pasado otros ya habían salvado a la humanidad del Diluvio. Sintió vergüenza de Dios, incapaz de crear al hombre conforme a su Perfección. Luego decidió que nada era digno de sobrevivir y la destruyó. Es así como Dios estuvo orgulloso de Noé, porque fue el único que le dio una nueva oportunidad para volver a equivocarse.


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La disculpa

Un chimpancé caminaba erguido por la selva. “¡Qué haces!”, le gritaron desde lo alto de un árbol. “Discúlpenme, aún se me hace difícil olvidar los automatismos de la ciudad”, contestó y volvió a caminar encorvado.


Por Hernán Grey Zapateiro

3 comentarios:

  1. Los dos primeros, geniales. Pero el tercero parece un chiste, algo risueño; común. Le quita peso a los otros que guardan una temática mitológica.

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  2. Comentario al aire y, por momentos, innecesario: "Eso de pensar que la literatura debe ser siempre solemne es peligroso".

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